jueves, 3 de abril de 2014

PRIMER PREMIO DE MICRIRRELATOS: MODALIDAD ADULTOS Mª JOSEFA PARRA SÁNCHEZ

POR LA IGUALDAD
Entró en la diminuta oficina del taller sin encender la luz y se aproximó dejadamente hacia la ventana, cuyo vidrio se cubrió rápidamente por el vaho de la respiración. Las farolas de la calle arrojaban una débil luz. Mirando a la nada hacía mentalmente la lista de los materiales que debería comprar. Cuartillas, lápices, gomas de borrar y algunos libros.
Había tomado una decisión y la llevaría a cabo. No sería fácil pero enseñaría a leer y escribir a las mujeres del taller. Pensaba que era la mejor manera de que no las engañasen, de que empezasen a reclamar sus derechos. Los mismos derechos que los hombres tenían, puesto que ante sus ojos eran iguales. Esa misma noche hablaría con su padre. Lo convencería y obtendría su permiso para utilizar el salón del taller y poder dar las clases. Ya sabía de antemano las trabas que le pondría, Que no serviría de nada intentarlo porque ninguna estaría interesada en aprender, y la que lo estuviese no podría porque después de su jornada de trabajo tendría que irse a casa a cocinar, limpiar, y cuidar de la familia. Pero no se echaría para atrás, a fin de cuentas su padre nunca la había negado nada.
Miro el reloj de la pared y al ver lo tarde que era cogió su abrigo del perchero y salió corriendo del taller. Cuando llegó a su casa la luz de la cocina estaba encendida y al entrar en ella vio a su madre con cara de pocos amigos. Antes de poder explicar por qué llegaba tarde su madre dijo enfadada:
-¿Qué horas son estas de llegar? Desde luego no son horas decentes para que andes por las calles.
-Madre, vengo del taller y lo tengo decidido. Voy a enseñar a las trabajadoras a leer y escribir.
-Tu padre no te dará permiso y además esas mujeres no querrán perder un tiempo, que no tienen, en aprender algo que no les será útil.
-¿Por qué no madre?¿Por qué no les será útil? Usted sabe leer y escribir.
-Sí, yo he tenido la suerte de crecer en una familia con recursos. Y tú también. Pero esas mujeres tienen que trabajar fuera y dentro de casa, no les quedan fuerzas al final del día. Y aunque les quedaran fuerzas, el día solo tiene veinticuatro horas. Después de cocinar, lavar, planchar, limpiar y trabajar en el taller ¿de dónde van a sacar el tiempo?
-No importa madre, de donde sea. Yo les daré las clases después de su jornada de trabajo, una hora todos los días. O podría hacer varios grupos, a distintas horas, o por las noches después de que terminen las faenas del hogar. No es justo madre. Sus maridos al terminar de trabajar pueden asistir a mis clases. ¿Por qué no van a poder ellas tomarse un tiempo para aprender?
-Porque así son las cosas. Cada uno a sus quehaceres. Yo sé leer y escribir. Pero también sé que mi sitio está en mi casa, dedicándome a las labores del hogar.
-Madre, ¿se ha parado a pensar que si lo sabe es porque se lo han enseñado? A usted, igual que a otras muchas mujeres. Los tiempos cambian madre. Y el papel diseñado para el hombre y la mujer también. Por ello es que quiero enseñar a leer a las trabajadoras del taller, igual que hago con sus maridos. Para que puedan decidir por ellas mismas. Para que puedan aprender, no solo lo que se les quiera enseñar sino lo que ellas quieran aprender. Para que tengan la oportunidad de elegir si se dedican a las tareas del hogar, si van a trabajar fuera de casa, o si quieren hacer las dos cosas. Mamá quiero que entiendan, que además de pertenecer al maravilloso género femenino, con todas las cargas que ello conlleva, pertenecen al género humano. El género que independientemente de si eres hombre o mujer ha hecho avanzar al mundo y a la historia. Que nos ha traído hasta donde estamos y que seguirá avanzando hacia un futuro más igualitario.
-Está bien hijo mío. Si ese es tu propósito yo seré tu primera alumna.
Ni que decir tiene que consiguió el apoyo de su padre. Pero el camino no fue de rosas precisamente. Al principio su iniciativa despertó muchas críticas. Sobre todo entre las mujeres del pueblo. Algunas mujeres del taller tampoco quisieron ir a las clases. Pero poco a poco, con el paso del tiempo viéndose los primeros resultados, muchas de ellas se animaron. En aquellas clases empezaron a formarse futuras enfermeras, abogadas, ingenieras y doctoras que, aunque hoy en día no cobran igual que sus compañeros de trabajo, no se olvidan que pertenecen a ese maravilloso género humano al que todavía le quedan metas por alcanzar.
MICRORRELATOS POR LA IGUALDAD

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